Mãe Conga
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Mãe Conga

25,00 €

Imagen de Mãe Conga

Material: Yeso pintado a mano.

Tamaño: Aproximadamente 20 cm de alto.

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María Conga es un espíritu incorpóreo (preta-velha) que incorpora médiums dentro de los rituales de Umbanda. Escenas de trabajo agotador en las plantaciones de caña de azúcar. En esto parece estar constantemente involucrado Vovó María Conga. Le gustan los dulces, especialmente el coco blanco, pero no demuestra que esa fuera su principal ocupación durante su encarnación como esclava. Sentada en un tocón de madera en el patio, una vez contó algunos datos sobre su vida en Brasil. Comenzó diciendo que el solo hecho de poder vivir con nuestros hijos es un gran regalo. En aquella época, las mujeres negras estaban destinadas, entre otras cosas, a procrear, a engendrar hijos que les eran arrebatados muy temprano, incluso antes de ser destetados.

  Otras mujeres negras alimentaban a sus crías, como tantas otras crías eran alimentadas por la Madre Conga. Casi todas las esclavas se convirtieron en madres; cuidaron a los niños que llegaban a la finca, rezando para que sus propios hijos también encontraran consuelo dondequiera que estuvieran. Las deidades africanas jugaron un papel fundamental en esta época. Las diferentes naciones africanas que luchaban se vieron obligadas a unirse en la defensa de la raza y todos los orixás empezaron a trabajar para todos los negros. Las madres tomaron conciencia del destino de sus hijos a través de mensajes de los orixás.

  Eran ellos quienes pedían ofrendas en los momentos difíciles y era a ellos a quienes todos acudían para alejar el dolor. María Conga tuvo que utilizar unas mirongas para dejar de ser criadora, por lo que, como todavía era una mujer fuerte, se quedó con la plantación de caña de azúcar. La cosecha siempre fue motivo de mucho trabajo y una especie de alboroto impregnaba el lugar.

  Mientras las mujeres cortaban la caña, los niños, en total agitación, disponían los fardos para que los hombres los llevaran al lugar indicado por el capataz. Fue en una de esas ocasiones que María Conga se enteró que uno de sus hijos, que le habían quitado cuando ya sabía caminar y hablar, era un hombre fuerte que trabajaba en una finca cercana. Su corazón rebosaba de alegría y nada podía disuadirla de la idea de volver a verlo. Luego comenzó a escapar de la finca, corriendo desde el amanecer hasta el atardecer para admirar la belleza de aquel fuerte negro. Las primeras veces no tuvo forma de hablar con él, pero los orixás escucharon sus súplicas y no pasó mucho tiempo para que los dos se abrazaran y derramaran las lágrimas que habían estado contenidas durante tanto tiempo.

  Le parecía que nunca habían estado separados, porque el amor los había mantenido unidos para siempre. Una tarde, casi llegando al cuartel de los esclavos, fue descubierta la negra. Lo golpearon mucho, pero no dejó de escapar nuevamente para encontrar a su hijo. Una vez más los blancos la pillaron en fuga, y como ella todavía insistía por tercera vez, decidieron poner fin al asunto: le quemaron la pierna derecha, un poco por encima de la espinilla, para que ya no pudiera correr. Sin poder ver a su hijo, con menor capacidad de trabajo, Vó Maria Conga comenzó a cuidar de niños negros y de sus pacientes. Su corazón se llenó de tristeza cuando supo que su hijo había sido asesinado cuando intentó huir para verla.

  Tu vida ha cambiado. De alegre y habladora pasó a ser muy seria, cuidando lo que decía incluso con los demás negros. Para los niños, contaba historias de reyes negros en tierras negras, donde no había otro señor. Sabia, experimentada y silenciosa, falleció la abuela María Conga. Con lágrimas en el alma terminó su relato. Dijo que sólo comprendió la medida del amor después de su muerte. Su hijo la esperaba sonriendo, el guardián que había sido de su madre todo el tiempo que ella esperó su regreso al mundo de los espíritus.

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