Mãe Maria Conga
Imagen de Mãe Maria Conga
Material: Yeso pintado a mano.
Tamaño: Aproximadamente 20 cm de alto.
Politica de seguridad
Política de entrega
De dónde vino, Angola, Congo, Mozambique, Guinea, Luanda, no importa, porque su presencia representa un alivio a nuestros sufrimientos y una lección de vida de aquella negra vieja, que con su pipa blanca, falda carijó, lágrimas del rosario de nuestra señora, se sienta en un tocón de madera en el patio y cuenta los hechos de su vida en suelo brasileño, comenzando diciendo que el solo hecho de poder vivir con nuestros hijos es un gran regalo.
Originaria de la lejana África, hija del padre Rey Congo y de la abuela Cambinda, la esclava que recibió el nombre de María llegó a Bahía en barcos tumbeiros. Como su origen era de la tribu del Rey del Congo, se llamó María Conga. En aquella época las mujeres negras eran cosas y estaban destinadas a cuidar las cosechas, a procrear, a generar hijos que les eran arrebatados muy temprano, incluso antes de ser destetadas. Otras mujeres negras alimentaron a sus hijos o a los de otros esclavos, así como tantos otros candengues fueron amamantados por la Madre María Conga. Casi todas las esclavas se convirtieron en madres; Cuidaron a los niños que llegaron a la granja sin saber adónde habían sido enviados sus padres, rezando para que sus propios hijos también encontraran consuelo dondequiera que estuvieran.
Las deidades africanas jugaron un papel fundamental en esta época. Las diferentes naciones africanas que luchaban se vieron obligadas a unirse en la defensa de la raza y todos los orixás empezaron a trabajar para todos los negros. Las madres tomaron conciencia del destino de sus hijos a través de mensajes de los orixás. Eran ellos quienes pedían ofrendas en los momentos difíciles y era a ellos a quienes todos acudían para alejar el dolor. Para dejar de ser criadora, la abuela María Conga empezó a utilizar algunas hierbas, y como era una esclava fuerte, la enviaron al cañaveral, donde la cosecha siempre fue motivo de mucho trabajo y una especie de escándalo. contagió el espíritu del lugar, mientras las mujeres cortaban la caña y los niños, en total emoción, disponían los fardos para que los esclavos los llevaran al lugar indicado por el mayordomo. Fue en una de estas ocasiones que María Conga se enteró de que uno de sus hijos, que le habían quitado mientras aún estaba amamantando, se había convertido en un fuerte esclavo y estaba trabajando en una finca cercana.
Entonces el amor habló con más fuerza y su corazón se desbordó de alegría y nada pudo disuadirla de la idea de volver a verlo. María Conga salió de la finca, corriendo de sol a sol para admirar la belleza de aquel fuerte negro. Las primeras veces no tuvo forma de hablar con él, pero los orixás escucharon sus súplicas y no pasó mucho tiempo para que los dos se abrazaran y derramaran las lágrimas que habían estado contenidas durante tanto tiempo. Le parecía que nunca habían estado separados, porque el amor los había mantenido unidos para siempre. Una tarde, casi llegando al cuartel de los esclavos, fue descubierta la negra. La golpearon mucho, la encadenaron, pero siempre logró sacar los pies de los grilletes y no dejó de escapar nuevamente para encontrar a su hijo. Una vez más los blancos la pillaron en fuga, otra vez la encadenaron con los grilletes en los pies y como ella todavía insistía por tercera vez decidieron zanjar el asunto: le quemaron la pierna derecha, un poco por encima de la espinilla, para que no pudiera carrera más larga.
Sin poder ver a su hijo, con menos capacidad para trabajar y moverse, María Conga comenzó a llorar de dolor y comenzó a cuidar a niños negros y a sus pacientes. De repente, María Conga se encontró silenciosa, triste, con el corazón lleno de tristeza al saber que su hijo había sido asesinado cuando intentaba huir para verla. Su conducta pasó de ser alegre y conversadora a ser muy seria, pero siempre atendía a los esclavos enfermos y a otros negros que acudían a pedirle consejo y contaba a los niños historias de reyes negros, de otras tierras de más allá del mar, donde no había esclavitud. . .
Un día, cuando los esclavos buscaban a la abuela María Conga dentro del cuarto de esclavos, encontraron extraño su sueño tranquilo y su cara feliz cuando dormía. Como salió el sol y la esclava no despertaba, los esclavos fueron a llamarla, ahí pasó la sorpresa, no encontraron el cuerpo, porque María Conga desencarnó y ya no estaba en este plano terrenal, porque Orumilá la había rescatado. , para convertirse en una estrella más de tu constelación. De nada sirvió que los capataces azotaran a los esclavos, pues no sabían explicar la desaparición de la esclava María Conga.